Lamentable muerte en San Lorenzo Tlacualoyan

CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN
Tlaxcala, Tlax; a 19 de enero del 2025 (David Chamorro Zarco Cronista Municipal).- Estoy seguro que todas las personas que tengan poco más de cuarenta años de edad y que hayan visto las comunidades de Yauhquemehcan a finales de la década de 1980, aún tienen en la memoria el recuerdo de ciertos lugares en donde había agua límpida y fresca, así como remansos del río Zahuapan en donde era posible meterse a chapotear.
Para quienes tienen más edad, estoy seguro que incluso su remembranza da para tener presente la belleza de la Laguna de Atotonilco, localizada en las inmediaciones limítrofes de San Dionisio, San Lorenzo y San Benito, en donde, cuentan los mayores, era un verdadero placer escaparse de la escuela para irse de pinta a nadar en sus aguas tibias. Los más diestros y experimentados incluso subían a lo alto de un árbol inclinado para tomarlo a manera de trampolín para los clavados.
En la tradición oral, se dice que en el interior de la Laguna de Atotonilco existe al menos un remolino, por lo que los mayores siempre recomendaban a los jóvenes, en especial si no eran nadadores muy diestros, que no tomaran riesgos excesivos. Desde hace algunas décadas, por razones de sanidad, el área ha sido delimitada con malla ciclónica y no es permitido que la gente vaya a nadar, pies de este cuerpo de agua procede el líquido potable para la cabecera municipal y para San Lorenzo Tlacualoyan.
Pero también el río contaba con ciertos lugares de grandes atractivos. Había diferentes lugares en donde muy a propósito se habían ido construyendo posas o estanques, en donde era posible nadar con cierta libertad. Desde luego, había manantiales de donde brotaba agua limpia en las orillas del río, por ejemplo, como a ciento cincuenta metros río abajo, a partir del puente nuevo, también llamado “San Benito”. Era un cuadro de lo más común mirar a mujeres que, cargando su lío de ropa, pasaban varias horas lavando a la orilla del río, mientras sus niños correteaban libremente por las inmediaciones limpias y seguras de la corriente de agua.
Era de lo más común que la gente, a lo largo del tiempo, hubiera construido pasos para cruzar la corriente. El reto era ir saltando de una piedra a otra, sin perder el equilibrio hasta conquistar la otra orilla. Quien esto escribe, no era muy diestro en el arte de mantener el equilibrio y más de una ocasión fue a dar con su humanidad al interior del lecho del río.
Lo que hoy les quiero compartir es que, en el año de 1828, en los primeros días de junio, ya en pleno verano, varios vecinos decidieron acudir a las inmediaciones del río Zahuapan para darse un baño y refrescarse.
Entre los asistentes a la recreación se encontraban Mariano Dolores Velasco, Leonardo Antonio Guarneros, Antonio de la Cruz Palma. Pedro Pascual Feliciano y León de Trinidad. Los testimonios dados al Alcalde Mayor del Ayuntamiento de San Dionisio Yauhquemehcan dicen que todos los enunciados decidieron meterse a bañar a las aguas del río, pero que León de Trinidad se expuso a ir a la parte más profunda y brava de la corriente, invitando a que los otros lo siguieran, sin que nadie le hubiera hecho caso.
Cuentan los declarantes que de pronto percibieron que León de Trinidad se movía con cierta dificultad y hasta con desesperación y que unos minutos después lo vieron desaparecer bajo las aguas para no volver a emerger.
Ante esto, de forma natural, y al resultar imposible la inmediata localización del cuerpo, acudieron de inmediato a la cabecera municipal para dar la debida noticia del suceso, por lo que se dispuso de la realización de diversas diligencias.
Los documentos dicen que comenzaron a buscar el cuerpo de León de Trinidad como a las dos de la tarde, pero lo encontraron hasta las cinco, sin que se precise el paraje exacto. Se infiere por las declaraciones de que el cuerpo quedó atrapado en las profundidades, pues una persona tuvo que sumergirse varias veces a tratar de hacerlo emerger, sin resultado, por lo que, finalmente, se optó por la alternativa de introducir una cuerda con un nudo corredizo y de estar forma asegurar el cuerpo para luego, con las debidas precauciones, tirar para sacar el cuerpo inerte arrastrándolo a una de las orillas del río, a efecto de vestirlo.
Las autoridades hicieron las pesquisas correspondientes, primordialmente con base en las declaraciones de los testigos, de donde se concluyó que se había tratado de un desafortunado accidente del que nadie había sido responsable, por lo que a continuación se pidió al señor cura de la localidad, el presbítero Don Faustino Ramírez, que tuviera la gentileza de disponer la cristiana sepultura de León de Trinidad. Todo esto sucedió el día 3 de junio de 1828, y los documentos de referencia obran en el acervo del Archivo Municipal de Yauhquemehcan.
No cabe duda de accidentes como este fueron relativamente frecuentes, sobre todo porque con toda seguridad el río Zahuapan que hoy vemos tan tristemente contaminado, en esa época tenía un lecho mucho más amplio y la corriente de agua limpia que corría por su interior era mucho más intensa.
Es muy de lamentar que este tipo de paisajes han quedado definitivamente en el recuerdo de algunos que todavía tuvieron la fortuna de presenciarlos y de recrearse en ellos.
17 de enero de 2025
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