SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA - Linea de Contraste

SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA

¿A qué le teme el Presidente? primera de dos partes.

El 1 de julio del 2018 Andrés Manuel López Obrador obtuvo un triunfo electoral histórico, y lo fue, no solo por el número de sufragios a su favor, que son la mayor cantidad vista para un candidato opositor, sino porque su victoria prometía el final del régimen político bajo el cual se había gobernado al país durante casi cuatro décadas, considerando la etapa de transición del nacionalismo revolucionario iniciada por Miguel de la Madrid Hurtado y los gobiernos neoliberales de Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto, incluidos los gobiernos panistas de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. Lo anterior, no porque los gobiernos anteriores a de la Madrid hayan sido ajenos a la historia priista, sino porque esos y los de sus ancestros, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y Partido de la Revolución Mexicana (PRM), enarbolaron una filosofía político-económica diferente, que ciertamente terminó por llevar al país a una severa crisis económica, derivada del agotamiento de su modelo económico y de la abrumadora corrupción con que este se manejó, lo que fue base para que el Fondo Monetario Internacional forzara al régimen mexicano a virar hacia la creciente corriente neoliberal como alternativa para tratar de sacar al país de la amarga situación que se vivía en la década de los años ochenta del siglo veinte.

López Obrador como político, nació y creció en la agonía del nacionalismo revolucionario del PRI, su primera juventud y su formación universitaria estuvieron influenciadas por el pensamiento de su mentor político Enrique González Pedrero, considerado uno de los intelectuales del priísmo de entre los años sesenta a los ochenta del siglo veinte, quien después seguiría a su pupilo Andrés Manuel al PRD, donde este le hizo Senador de la República en 1997, cuando López Obrador fue presidente nacional del partido, allá entre 1996 y 1999. Andrés Manuel llegó a ser dirigente estatal del PRI tabasqueño en 1983 con el padrinazgo del entonces gobernador González Pedrero, sin embargo, tuvo que dejar el cargo por conflictos con los grupos priístas locales y fue enviado a la Ciudad de México para ocupar, por mediación de su guía político, un cargo menor en el Gobierno Federal. Su inconformidad con el priísmo neoliberal de los años ochenta le llevó a sumarse en 1988 a la “Corriente Crítica del PRI” encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano y Porfirio Muñoz Ledo, la cual terminó rompiendo con el partido para formar junto a otras fuerzas políticas el “Frente Democrático Nacional” que confrontaría al partido tricolor por la Presidencia de la República ese mismo año, llevando a Cárdenas como abanderado y López Obrador como candidato a gobernador en Tabasco.

En 1994, Andrés Manuel, ya postulado por el PRD, nuevamente competiría por el gobierno de Tabasco, en una polémica elección que dio como ganador oficial a Roberto Madrazo Pintado, sin embargo, esa derrota terminó por impulsar la carrera de López Obrador más allá de las fronteras tabasqueñas, hasta llevarle dos años después a la dirigencia nacional perredista y de ahí, tras una larga ruta, hasta la Presidencia de México. Las frustraciones electorales enfrentadas por Andrés Manuel, en 1994 en Tabasco, y en 2006 y 2012 en la elección presidencial acentuaron en él dos cosas, por un lado, su odio hacia los políticos que califica como neoliberales, o de derecha, y por otro, una intolerancia contra todo aquello que le contradiga o que no esté de acuerdo en someterse a él, ya que no admite más que: “estar con él o contra de él”, sin tolerar en ello opiniones alternas.

La presidencia de Andrés Manuel es guiada fundamentalmente por su rencor contra quienes le impidieron alcanzar antes sus objetivos políticos, y en ello no escatima el uso cínico de recursos públicos para exhibir, golpear, incitar al linchamiento mediático, o lo que se pueda en contra de quienes califica como sus enemigos. Se autonombró la conciencia moral del país, y lo mismo otorga patentes de honorabilidad que condenas por corrupción, así como exonera a los corruptos que se suman a él, o sentencia a los que le desobedecen.

Esa vorágine mediática en la que él mismo se metió empieza a convertirse en la fuente de sus temores, tantos heridos políticos ha dejado tras de sí, que hoy a la mitad de su período, y tras una elección intermedia en la que no logró hacerse del control total de la Cámara de diputados federal, empieza a tomar consciencia acerca de que la posibilidad del fracaso de su proyecto es más real de lo que quisiera, y eso es algo que no podría tolerar, ni soportar, después de tantas frustraciones pasadas.

Los temores del Presidente cada día son más obvios, lo que gradualmente le va haciendo más vulnerable, pero también más temerario. El primero de sus temores es que su reforma eléctrica no alcance los votos para ser aprobada por el Pleno de la Cámara de diputados del Congreso de la Unión, lo que representaría un golpe demoledor para su proyecto de tinte nacionalista, tal como fue aquel con el cual creció, una derrota legislativa en el tema le mostraría a sus opositores el camino para acorralarlo rumbo a la sucesión presidencial, ya que sin duda esa solo sería la primera de muchas iniciativas presidenciales que chocarían con el muro de los diputados opositores, incluida una que tratara de permitir su reelección, idea que ya quedó trunca, en razón de los resultados de la elección legislativa de este 2021. Es por descontada la campaña mediática que Andrés Manuel le aplicará a la oposición si su reforma eléctrica no pasa, el clima político del país se acidificará al máximo de aquí a 2024… Continuará.