SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA - Linea de Contraste

SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA

El PRI como la materia, ni se crea ni se destruye, solo se transforma.

La Ley de Lomonósov-Lavoisier o, ley de conservación de la materia, postula que la materia no se crea ni se destruye solo se transforma, y así exactamente le ha ido sucediendo al Partido Revolucionario Institutcional (PRI), a lo largo de sus recien cumplidos 93 años de vida.

Comenzó en 1929 como Partido Nacional Revolucionario (PNR), en 1938 tuvo su primera transformación y modificó su nombre a Partido de la Revolución Mexicana (PRM); En 1946 sufrió su segunda transformación y mudó a su nombre actual, consolidándose, y sosteniéndose como partido hegémonico hasta la elección de 1988 cuando una escisión, sumada a una alianza de partidos de izquiera, formó el Frente Democrático Nacional, cuya participación puso en aprietos al PRI, posterior a ello nació el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que fue la tercera transformación, la cual diversificó al partido en dos vertientes: la original, que del nacionalismo revolucionario pasó al neoliberalismo, y la emergente que emigró al PRD para tratar de sostener una postura ideologica antagónica a la que el PRI adoptó a partir de los años ochenta del siglo veinte.

El PRD nunca pudo librarse del estigma de su gen priísta, a lo que se agregó, que gradualmente fue coptado por el ala más corrupta y pragmática de la parte de sus militantes venidos de los partidos de izquierda, popularmete llamados “los chuchos”, quienes transformaron al PRD de su idea original en una especie de “amante” del PRI y, hasta del Partido Acción Nacional (PAN) cuando fue gobierno. El envilecimeinto del proyecto perredista provocó una nueva migración de los expriístas que en su seno se cobijaron tras su salida del partido tricolor para construir un nuevo proyecto al que denominaron Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), tratando de revivir el sueño del nacionalismo revolucionario y del partido hegemonico, o como el ex presidente Adolfo López Mateos (1958-1964) diriía, del partido de “izquierda dentro de la constitución”.

Andrés Manuel López Obrador, es uno de esos priístas errantes que se unió al éxodo rumbo al PRD y posteriormete encabezó la migración hacia MORENA, soñando con la reinstauración de un partido a imagen y semejanza como aquel en que le formó como político y le condenó para siempre a ser un político a la vieja usanza, de aquellos como Luis Echeverría Álvarez, cuya retórica era el arma para enajenar al pueblo, o como José López-Portillo y Pacheco, cuyas lágrimas convocaron al pueblo para cerrar filas en torno a él, o quizás, hasta como Gustavo Díaz Ordaz, cuya intolerancia le llevó a “defender” a la nación de la amenza comunista internacional, exterminando y encarcelando a todo aquel que el parecia subersivo.

Don Andrés, tiene en sus genes políticos partes de López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y, lo más curioso, también tiene de Carlos Salinas de Gortari, con sus programas electoreros denominados “solidaridad” que hoy López Obrador llama “bienestar”, ¿coincidencias? No, simplemente la aplicación de la máxima “el ejemplo educa más que las palabras”, y el actual presidente del país se formó viendo a todos esos políticos, y aun y cuando reniega de ellos, tiene mucho de las formas políticas de todos ellos.

Don Andres ha hecho del sofisma la base de su forma de gobierno aprovechándose, con dolo, del encabronamiento del pueblo contra el PRI, PAN y PRD, tal y como lo hace con el mendaz uso que da a la “consulta de revocación de mandato”, para manipular el apoyo popular en la construcción de su maximato político, al que con descaro llama, la “cuarta transformación”, y sí, es la cuarta de la cadena PNR-PRM-PRI-PRD al que se agrega el eslabón MORENA. El PRI como la materia, ni se crea ni se destruye, solo se transforma.