SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA - Linea de Contraste

SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA

Los dos extremos de la irracionalidad

Desde que López Obrador inició su gestión presidencial fijó su nebulosa política respecto a los grupos del crimen organizado, a la que se le conoce popularmente como “abrazos no balazos”, en un irrisorio intento por diferenciarse de sus antecesores, fundamentalmente de Felipe Calderón, quien le genera muchas agruras a Don Andrés. Sumado al “abrazos no balazos”, el gobierno de la 4T se ha hecho sospechosamente el indiferente ante toda la violencia que generan esos grupos, lo que ha llevado al país a su peor época en cuanto a inseguridad.

Cada día son más las voces que se suman al reclamo que exige al presidente que haga algo para frenar la violencia, pero él, impasible como es ante todo aquel que opina diferente, solo repite que su política no cambiará y, por tanto, a cada bala que ciegue la vida de uno de los ciudadanos que gobierna, él devolverá desde la distancia, otro abrazo a aquel que disparó.

A la irracionalidad de la política oficial frente a la violencia, esta semana, el racionalmente escaso líder nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), puso sobre la mesa, el otro extremo de lo que sería una política dirigida a disminuir la violencia en el país, y señaló que propondrá se flexibilice la Ley para que las familias que lo deseen, puedan adquirir armas de mayor calibre para defenderse, lo que lejos de la hilaridad que provoca la postura López-obradorista, la idea del llamado “Alito”, mueve a preocupación, ya que, si con las restricciones que actualmente impone la Ley Federal de Armas de Fuego y explosivos hay un mar en las calles, imagínese usted cuantas más no habría con la ocurrencia del Alito, y cuantas de las fricciones de la vida callejera se resolverían a balazos. Si esa es la postura general del PRI frente a la violencia, que bueno que ya no gobiernan.

Sin duda AMLO y ALITO tienen más semejanzas que divergencias en cuanto a combatir la violencia que azota el país, el primero, prefiere dejar que el fuego corra sin voltear a verlo, al cabo él y su familia viven en una burbuja hiper protegida, y el segundo, propone echarle gasolina al fuego para que arda más.

Conforme pasan los días todo apunta a que una vez concluido el sexenio de Don Andrés, su mayor legado no será ninguna de las obras o acciones que emprenda, sino el elevado número de muertes violentas y desparecidos que sus abrazos a los grupos criminales de alto nivel dejarán. El escenario actual no podría tener mejores actores principales, uno queriendo llenar de armas las calles, y otro felicitando a este por tan genial idea, que le permitirá repartir más abrazos. Ambos líderes políticos se merecen uno al otro.