SIN LINEA Por HORACIO GONZÁLEZ - Linea de Contraste

SIN LINEA Por HORACIO GONZÁLEZ

La peor de la historia

La actual Legislatura local ha dejado pasar, con más pena que gloria, una oportunidad histórica. La primera Legislatura con una mayoría en la nueva era de lo que se ha dado a llamar la Cuarta Transformación, ha dejado a muchos con un trago amargo.

Varios son los motivos, pero dos sobresalen por sobre todo: la avaricia con que sus integrantes se han conducido para tener y manejar cada vez más recursos económicos a beneficio político personal, y las disputas internas originadas, a su vez, de aquella que existe por conseguir la candidatura al gobierno del estado.

En el primer caso, los diputados y diputadas cayeron en la tentación de trabajar por conseguir sus ambiciones políticas personales, pero a costa de invadir atribuciones que por ley tienen los ayuntamientos y el titular del poder Ejecutivo, que es la de invertir recursos para llevar a cabo obra pública. De esa manera, aprobaron partidas económicas para el poder Legislativo con el propósito de orientar dinero a los municipios para la realización de obra pública.

Pero el problema se hizo mayor cuando a la invasión de esferas se sumó el hecho de nunca establecer parámetros para distribuir esos recursos. Hubo, así, municipios que fueron excluidos y otros más que fueron altamente beneficiados. La repartición no se hizo con un sentido técnico, sino con sentido estrictamente político para atraer clientelas electorales a sus ambiciones políticas de reelegirse en el cargo o de buscar otro.

Todos los integrantes de la actual Legislatura local se beneficiaron a sí mismos, a pesar de que algunos reconocieron ilegalidades e inequidades. Al final, se comieron sus palabras quienes intentaban alcanzar pureza donde no la había.

En el segundo caso, el de las disputas, las ambiciones también ganaron. Prefirieron formar parte de proyectos políticos cuyas cabezas ahora están bien identificadas en la delegada federal Lorena Cuéllar Cisneros y el senador Joel Molina Ramírez. Con ello, descuidaron dos de sus tareas fundamentales: legislar y fiscalizar.

En la función de legislar fueron incapaces, primero de allegarse de personas con experiencia en técnica legislativa para hacer leyes y, segundo, de ponerse de acuerdo para alcanzar un cierto grado de consenso en puntos fundamentales para avanzar en normas torales. El resultado fue tener iniciativas copiadas de ordenamientos jurídicos de otras entidades federativas; recibir el veto por parte del titular del Ejecutivo en la promulgación de leyes; o la impugnación de ordenamientos en órganos jurisdiccionales.

Por su parte, su función de fiscalización fue pervertida desde el momento en que se dieron cuenta de que la aprobación de cuentas públicas, sobre todo las municipales, podían formar parte de un botín económico a repartir. Y fue entonces que muchos millones de pesos se dejaron pasar con la consecuente impunidad para quienes cometieron irregularidades.

Esta es la triste historia de una Legislatura de la cual se esperaba mucho, pero que, por sus resultados, muchos la califican como la peor de la historia en Tlaxcala. Y eso que varias, las últimas sobre todo, fueron bastante malas.

En esa tesitura es que ahora, a contra reloj, intentan aprobar una serie de reformas electorales que regularán, ni más ni menos, el cambio en la gubernatura, en los municipios y en las presidencias de comunidad.

Falta de experiencia, incapacidad, soberbia o avaricia. O todas juntas. Lo cierto es que, sea como sea, el resultado es el mismo: la peor Legislatura de la historia.