SOCIOLOGANTE Por La Dra. Elsa Martínez Flores
El Meta anonimato grupal y la mentira digital
La semana pasada, Meta obtuvo una victoria clave al evitar vender Instagram y WhatsApp tras ganar el juicio antimonopolio en Estados Unidos, conservándolos junto a Facebook. El fallo refuerza su dominio dentro del ecosistema digital. Con ello, conserva el control sobre datos, usuarios y el desarrollo de nuevas herramientas.
Meta introdujo en 2020 la opción de comentar en forma anónima en ciertos grupos, primero en regiones con mayor control regulatorio. Para 2025 comenzó a usarse con más frecuencia en América Latina. Este desfase refleja cómo la plataforma prueba funciones según el mercado y su contexto.
El anonimato, en el discurso oficial, aparece como algo positivo: un mecanismo para proteger la privacidad y permitir que las personas participen al expresar lo que piensan sin miedo. Para quienes atraviesan violencias digitales, estigmas o entornos hostiles, esta posibilidad puede convertirse en una puerta segura para expresarse.
Sin embargo, también hay un lado oscuro que no puede ignorarse. El anónimo baja las barreras de responsabilidad y facilita que algunos usuarios ataquen, agredan o difundan desinformación sin asumir consecuencias, aunque la identidad real puede mostrarla a los administradores de grupos, para muchos significa una desventaja.
Mientras Meta lanza nuevas herramientas, las deepfakes o contenido falso siguen creciendo en Facebook e Instagram. Videos generados por IA y suplantaciones hiperrealistas circulan con fines de estafa o manipulación. Aunque Meta presume sistemas de detección, la realidad muestra que la falla persiste.
Un ejemplo es el caso del empresario mexicano Arturo Elías Ayub, conocido por su participación en Shark Tank México en sus primeras temporadas. Él ha mencionado en repetidas ocasiones que no promociona anuncios para invitar a invertir o comprar cursos financieros. Sin embargo, los contenidos reaparecen una y otra vez.
Esto muestra un patrón: no es que la empresa carezca de medios para frenarlos; más bien no aplica la fuerza necesaria para hacerlo. Este escenario es especialmente preocupante porque la empresa acumula diariamente más poder legal, económico y tecnológico.
Danielle Citron y Robert Chesney, profesores de Derecho especializados en privacidad, seguridad digital y regulación tecnológica, lo advirtieron desde 2019 al señalar que: “las tecnologías para alterar imágenes, videos o audios (o incluso crearlos desde cero) de maneras altamente realistas y difíciles de detectar están madurando rápidamente”.
Si una plataforma que domina el ecosistema digital no detiene prácticas dañinas, el riesgo para los usuarios se dispara. La concentración de poder sin vigilancia se vuelve terreno fértil para la vulnerabilidad. Meta oscila entre funciones “innovadoras” y vacíos críticos que dejan expuestos a millones de personas.
Meta ganó el juicio y mantiene su poder, pero ese control no se traduce en proteger a la gente. Entre comentarios anónimos que reducen la responsabilidad y contenido falso que siguen circulando, la plataforma muestra que puede innovar, pero no regularse. El riesgo no es la función en sí, sino un ecosistema donde el poder crece y la seguridad no.
