SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA - Linea de Contraste

SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA

El Pacificador

En un país cuya constante es la violencia; en que el asesinato de periodistas se comete con total impunidad; donde los feminicidios y la violencia contra las mujeres se tratan de invisibilizar desde las esferas oficiales; en que el cobro de piso al comercio es recurrente; donde el agiotismo operado por células criminales (extrajeras en muchos casos), cobra victimas cuando no pueden pagar los altos costos de los préstamos otorgados; en que el número de muertes violentas acumuladas ubican al presente sexenio, como el históricamente más violento; un país donde la violencia política contra todo aquel que disienta se ejerce cotidianamente (con recursos oficiales) desde el púlpito mañanero. En ese país, de repente, brota una más de las ocurrencias convertidas a la fuerza, en “política pública o postura oficial” mediante la cual se propone una solución simplona al conflicto bélico que se vive en Europa del este.

Don Andrés, quizás aburrido de ejercer su tiranía doméstica, frente a una oposición cuasi inexistente,  se lanzó a la esfera de la política internacional, para ver si alguien era capaz de confrontar su sapiencia, expresada en un “plan de paz”, sustentado en crear una comisión que incluye al máximo jerarca de la iglesia católica (alguien que le diga que los países en guerra no son mayoritariamente de esa religión) y, en que le diga a los rijosos que acepten de inmediato no pelear por cinco años, en los que se pongan a trabajar, mientras sus líderes acuerdan. Tal “genialidad”, que es la versión internacional de la política López-Obradorista del “abrazos no balazos”, ya tuvo respuesta de la parte ucraniana, y hasta del presidente alemán en su reciente visita a México, quienes (directamente el primero, y veladamente el segundo), le señalaron que su ocurrencia (si fuese posible de implementar), solo favorecería a la parte rusa (quien se prepara para escalar el nivel de su invasión), lo cual no fue del agrado de Don Andrés, quien envió al canciller Ebrard a la ONU a explicar su “elaborado plan”.

Si bien López Obrador logró imponer en el país su estilo tropical de hacer política, resulta poco práctico en el plano internacional, y hasta le hace exhibir la pobreza de su erudición. Bien haría Don Andrés en voltear a ver el tremendo problema de violencia que se vive bajo su gobierno, y hacer algo al respecto, más allá de culpar a sus antecesores, a la derecha, a los “fifis”, o a los que llama “aspiracionistas” (muchos de los cuales votaron por él en 2018). El tiempo de gobernar se le está acabando, y la correlación entre sus promesas y cumplimientos exhiben una brecha que ya parece insalvable, la cual tarde o temprano no podrá disfrazar, por más ingenio que ponga en su narrativa. El país necesita un pacificador que atienda la violencia interna, no uno que la ignore y distraiga la atención tratando de convertirse en caricaturesco paladín de la paz mundial.