SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA - Linea de Contraste

SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA

Erase una vez el PRI

En 1929 nace el Partido Nacional Revolucionario (PNR), impulsado por el ex presidente Plutarco Elías Calles, con la intensión de dar por terminada la efervescencia posrevolucionaria y “alinear” a los caciques militares de las diversas regiones del país bajo el mando político de Calles. El partido se pensó como la herramienta para convertir al México rural en una nación urbano-industrial, con una constitución declarativamente proteccionista de los desposeídos, pero con instituciones preservadoras del poder centralizado; el formato de partido monopolizador del reparto de los espacios de poder político permitió a Calles sostener una influencia total, al menos entre 1929 y 1934, y decadente entre 1935 y 1938 cuando el presidente Cárdenas se hartó de él.

En 1938, de la mano del presidente Lázaro Cárdenas, el PNR cambió su nombre por el de Partido de la Revolución Mexicana (PRM), buscando en principio romper con la influencia del ex presidente Calles y buscó consolidar su propio proyecto político, orientado a tratar de favorecer a campesinos, obreros y clases medias urbanas con base en el asistencialismo, que terminó por llevar al país a un desastre económico que pudo maquillar políticamente gracias a la expropiación petrolera.

En 1946 se da la transición de la institución presidencial encabezada por militares a la de los civiles, el PRM se transforma en Partido Revolucionario Institucional (PRI), buscando sustituir el mando personalista de los caudillos, por el de las instituciones impersonales, pero conservando como “capital político” el continuar definiéndose como el partido heredero del movimiento revolucionario de 1910. Esta sería una etapa de intenso crecimiento económico para el país, sustentado en el modelo de sustitución de importaciones, o de crecimiento hacia adentro, que expandió la industrialización  nacional, al no tener la naciente clase empresarial mexicana competencia del exterior para sus productos, lo que tuvo como contraparte el que la industria local gradualmente se estancara y no se preparara para la inevitable apertura del modelo económico a los mercados internacionales que se daría años después, salvo la porción de empresarios del norte que no emergió de las políticas públicas del Estado.

Si bien la trilogía PNR-PRM-PRI, engendró el proceso nacional que tuvo como ruta: pacificar, civilizar, institucionalizar e industrializar al país, paralelamente también lo corrompió, volvió ineficiente su planta industrial y le quebró económicamente, sin lograr cumplir a cabalidad las promesas acuñadas desde la revolución a las clases trabajadoras, bastión de su fuerza electoral por décadas, lo que finalmente le llevaría a perder el poder en el 2000, para recuperarlo doce años después, y después volver a perderlo en 2018, quizás para siempre.

Si algo contrasta hoy con la tradicional disciplina que tuvo el PRI, es la indisciplina y falta de unidad; su caricaturesco líder nacional parece más el sepulturero del partido que su reconstructor y la frágil solvencia moral de la mayoría de sus pocos legisladores, les han hecho blanco fácil de la cooptación de Don Andrés, ya sea vía compra o amenaza, que le permitió “doblarles” para que le aprobaran todo lo relacionado con el uso de las fuerzas armadas en tareas de seguridad ciudadana.

El saldo del arrodillamiento de la mayoría de los senadores del PRI es fractura del grupo parlamentario, la pérdida de credibilidad ante su exigua base militante, la antesala de su desaparición y el final de su proceso de conversión en MORENA.

Pd. El reconocimiento a dos mujeres notables, senadoras del PRI, que aguantaron a pie firme, Beatriz Paredes Rangel y Claudia Ruiz Massieu.