SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA - Linea de Contraste

SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA

Un domingo como los de ayer

Era entre cuatro y, cuatro y media de la mañana del domingo, hacía frio, pero el ineludible pase de lista nos obligaba a estar puntuales para recibir el transporte que llevaríamos a la colonia para subir a todos los beneficiarios de programas sociales que integraban nuestra clientela electoral, la cual nos permitía negociar con el partido y el gobierno algunas prebendas, que mitad eran para nuestros seguidores y mitad para la familia, de algo tenía que servir el poner la cara ante los poderosos para pedir y ante los vecinos para engañarlos, aunque no lo crean se sufre por ello.

Asignada la unidad, lo siguiente era recibir un par de cajas de huevo, de esas, de las grandotas, en las que iban las dos dotaciones de “lunches”, una para el desayuno y otra para la comida después del mitin político, era necesario contarlos para que no fuera a quedarse algún vecino sin el suyo; todos bien surtiditos con su torta de queso de puerco, embarrada de frijoles en la tapa de abajo, de mayonesa en la de arriba, su puño de rajas, acompañadas de un huevo duro, un “frutsi”, un plátano y un chocolate barato; después de eso, ayudados por algún compadre, llevar las cajas al camión y pedirle al chofer que las cuide en lo que íbamos al tercer paso, recibir los sobres con dinero para entregar a los vecinos como gratitud por ir a perder todo su día apoyando al líder y al partido.

En el camino a la colonia había que “rasurar” los sobres para descontar la “comisión” por el trabajo hecho para el acarreo, de los dos billetes de igual denominación solo dejar uno, y decirle después al vecino que fue todo lo que dio el partido; al llegar pasar lista durante el ascenso al autobús, había después que rendir cuenta al partido del número de gente que llevamos, después la salida a la Ciudad de México, había que reportar la llegada a las ocho horas y ya pasaba de las cinco, apenas tiempo para llegar puntuales.

Entrando a la capital del país repartir el primer “lunch” para que todos lleguen “desayunaditos”, no sea que se desmayen durante el mitin; una vez en el Zócalo capitalino, reportar con el enlace designado nuestra llegada, tratando de que vea que somos muchos; después, aguardar horas, escuchar discursos, aplaudir hasta que se pongan rojas las manos, echar porras hasta quedar afónicos, sudar a mares bajo el sol, y tratar de saludar a todos los “jefazos” que se pueda para que den cuenta que estuvimos; después, buscar el autobús para iniciar el regreso a la tierra de Xicohténcatl, una vez que el transporte arranca repartir los segundos “lunches” para reponer energía, de repente alguien grita “aquí están mis veinte para el pomo”, voz que no tarda en ser secundada por otros hasta completar para el “Bacacho” y los refrescos; y surge el grito “líder dile al chofer que pare por favor en el Oasis para comprar”, no nos queda más que complacer al pueblo, nos detenemos y una “comisión” baja por el pomo y los refrescos; reiniciamos el camino para “Tlax”, una segunda parada en Río Frío para descargar “las aguas” y comprar otro pomo, ya tardecito arribamos a la colonia; las señoras apuran el paso para entrar en sus casas, los compañeros lamentan que el segundo pomo se haya terminado, y se van a sus casas antes de que sus esposas o madres los vengan a buscar.

Todo esto vino a mi mente recordando los años ochenta, cuando el glorioso PRI mandaba, hoy es dos mil veintidós, el PRI se convirtió en MORENA, pero los acarreos no cambiaron, siguen como en aquel entonces siendo simplemente acarreos.