SOCIOLOGIZANDO Por CLAUDIO CIRIO ROMERO

¿Colón o Malintzi?
Previo al 12 de octubre de 2020, la jefa de Gobierno de la hoy Ciudad de México, decidió retirar de su pedestal, al principio del Paseo de la Reforma, la estatua de #CristóbalColón.
Los activistas pro indigenistas del país, se quedaron con las ganas de derribarla. Tal cual, por lo menos desde 1992, en diversos países de América Latina esas acciones se pusieron de moda y se derribaron esculturas de personajes identificados con la llamada conquista, supuestamente para repudiar el colonialismo y sus crímenes en las culturas originarias.
Ahora que este día, 12 de octubre nos recuerda la llegada de Colón a tierras de lo que denominamos #América, como cada año, nos anima a retomar una reflexión necesaria, sobre ese pasado que insistimos en negar.
Hace poco en la cámara de senadores, con un magnífico discurso, pese al error de llamar Malinche a #Malintizi, la senadora por Tlaxcala, Ana Lilia Rivera propuso que en el sitio donde estaba Colón se colocara una escultura de la interprete de Hernán Cortés. A nosotros nos parecía una idea magnífica, sobre todo pensando que se podría reivindicar la imagen de una mujer que ha sido denigrada desde siempre.
Finalmente, parece que será instalada una escultura de una #Indígena anónima, que no deja de ser polémica.
El caso es que estamos a casi quinientos treinta años, de que, dice Juan María Alponte, “…el último hombre medieval, Cristóbal Colón, se despedía, sin él saberlo, de una edad y entraba en otra: el Renacimiento.” Me refiero a lo planteado en su libro Cristóbal Colón. Un ensayo histórico incómodo (FCE, 1992). No profundizaré en ese texto, pero sí quiero rescatar el planteamiento que lo que estábamos viendo era el encuentro del hombre occidental europeo con el otro desconocido.
Y de ahí las lecturas reduccionistas, es decir las que plantean que los problemas del conocimiento se resuelven identificando las partes de un todo y conjuntándolas para simplificarlas, decretan que ahí nació nuestra desgracia. Es decir, como si por alguna especie de magia, cuando los tripulantes de las tres carabelas pisaron estas tierras, una especie de maldición se propagó.
Lo cierto es que ese encuentro se convertiría en un encontronazo, en la medida en que los viajes de más naves europeas se realizarían en las tres siguientes décadas, llegarán a modificar el estado de cosas precolombino que imperaba en la ciudad más importante de Mesoamérica, la gran Tenochtitlan, en el hoy centro político de nuestro país.
Tres siglos y más de sojuzgamiento literal, de la #Corona española, sufrimos. Esclavismo, despojo de tierras, muerte e imposición de un nuevo dios. Un agravio descomunal del que aún hoy sentimos debemos rebelarnos. Exigimos se nos ofrezca una petición de perdón como renacimiento de nuestro pasado primigenio del que las grandes masas tienen poco conocimiento.
Sin embargo, uno puede elegir con libertad y yo prefiero lo segundo. ¿Día de la raza o #ResistenciaIndígena? Más de quinientos años resistiendo a la insistencia de que somos resultado de un #Mestizaje. Una mezcla, casi química, del europeo y el indígena; como si tales entidades fueran ejemplares puros que entran a una máquina posmoderna separados y salen unidos como siameses metafóricos.
Somos una construcción sociológica compleja de circunstancias históricas, que nos tienen, entrada la segunda década del siglo XXI, en la batalla de destruir el mito de que somos menos que los europeos e incluso los norteamericanos de ahora. Somos una sociedad en búsqueda de un futuro tan promisorio como ricas son nuestras raíces prehispánicas, pese al sincretismo sufrido.
Nadie nos gana en la idea de que #Quetzalcóatl o cualquier otro dios del panteón Mexica, Maya o Tolteca es más poderoso o igual de poderoso que el Jehová del judeocristianismo que, con la espada y la cruz, nos impusieron. Nadie se atreve a desafiarnos cuando insistimos en sentir la grandeza de los basamentos piramidales de Teotihuacan, Palenque o Chichen Itza, que nada tienen que ver con el Jesucristo del adoctrinamiento de nuestra niñez.
Por eso a la pregunta de la sociologización de hoy, deberíamos de responder, que qué mas da. No porque quiten a Colón de su glorieta, desaparecerá de la historia. No porque pongan a una indígena en su lugar, todos nos sentiremos identificados con ella. De hecho, la enorme mayoría ni siquiera está enterado que el debate político e intelectual sobre esa nimiedad tuviera alguna importancia en sus vidas cotidianas.
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