SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA - Linea de Contraste

SIN FILIAS Y SIN FOBIAS Por JOSÉ JACINTO VEGA

 

Entre Ley de Herodes y la Ley de López

En la memoria de muchos mexicanos vive el recuerdo de aquella sátira cinematográfica del año 1999, llamada “La Ley de Herodes”, en la que en torno al personaje de “Varguitas” se expone lo que fue, y es, la triste realidad de la política mexicana. El “Varguitas” es enviado a un pueblo olvidado como presidente municipal, equipado con un ejemplar de la Constitución, un escudito del PRI y una pistola. Después de un tiempo en el cargo, descubre que a aquel polvoso caserío se le puede sacar provecho con solo “aplicar” la ley a sus poco instruidos pobladores, quienes simplemente aceptan sus imposiciones, ya sea por ignorancia, temor, o triste costumbre de agachar la cabeza ante la autoridad.

“Varguitas” no para ahí, ya que descubre que se puede sacar más provecho con solo modificar la Constitución a su antojo, arrancando lo que le estorba, y pegándole al arbitrio párrafos que le permitan justificar sus imposiciones y ocurrencias para acumular más poder, erigiéndose en los hechos no solo en autoridad ejecutiva, sino en legislativa y judicial. A pesar de los abusos de “Varguitas” la sátira termina favoreciéndole, ya que después de asesinar al prófugo ex Secretario de Gobierno que le había designado en el puesto, y lejos de ser castigado, es premiado por haber ajusticiado a quien ordenó el asesinato del candidato a Gobernador, cargo al que el Secretario de Gobierno aspiraba.

La sátira dirigida y producida por el cineasta Luis Estrada, causó un fuerte revuelo en la sociedad en el año previo a la elección presidencial que sacaría al PRI de Palacio Nacional después de siete décadas, considerando a la trilogía PNR-PRM-PRI. La historia de “Varguitas” es la síntesis de la “política a la mexicana”, la cual vive en los genes de toda la clase gobernante pasada y presente, y cíclicamente repite historias como la del por ratos simpático personaje central de La Ley de Herodes.

México hoy es gobernado al más puro estilo “Varguitas”, la autoridad nacional hace lo que quiere con las leyes, las viola, las modifica a su arbitrio sin respetar procedimientos parlamentarios, ni los periodos para aplicar los efectos de sus imposiciones, oculta información que debiera ser pública sobre las obras que realiza sin apegarse a licitaciones, concursos para adjudicación etc., protege a sus colaboradores que abusan del cargo, estigmatiza a sus opositores, persigue a los comunicadores que le critican, ignora a los que son asesinados, descalifica permanentemente a los movimientos sociales, principalmente a las feministas que tanto irritan a su misoginia endémica, utiliza recursos públicos para permanentemente hacer proselitismo político-partidista, truquea los objetivos de las leyes permitiendo la difusión de información sesgada para manipular a sus seguidores, etc.

México no vive tiempos en los que la democracia sea la divisa político-social, más bien nunca los ha vivido, pero hoy las viejas prácticas del priísmo más rancio están de vuelta, cuando parecía que se habían atemperado tras largas batallas legislativas en las que a golpe de reformas se empezó a transitar hacia un democracia aun embrionaria que está a punto de ser revertida para goce del centralismo que paso a paso se instala en el país.

Son tiempo complicados y están lejos de superarse, por el contrario, la tiranía política asoma cada día más su llegada para instalar una nueva era de partido hegemónico, antidemocrático, intolerante, excluyente, como el que se vivió con el priísmo de los años sesenta y setenta del siglo pasado, que fue en el que se formaron gentes como López Obrador y Manuel Barttlet, por citar a los más notorios de esta “resucitación del dinosaurio”. México hoy vive entre la Ley de Herodes y la Ley de López.