SER FUNCIONARIO DE CASILLA Por GABRIELA CONDE MORENO - Linea de Contraste

SER FUNCIONARIO DE CASILLA Por GABRIELA CONDE MORENO

Ser funcionario de Casilla

El domingo 6 de junio, en las elecciones, fui presidenta de casilla en la escuela Gabino Palma de Ocotlán, Tlaxcala; yo estaba llena de dudas sobre asistir porque, por una parte, habían estado circulando rumores sobre que la elección se iba a poner violenta, y sobre todo porque las Capacitadoras Asistentes Electorales (CAEs) del Instituto Nacional Electoral (INE) más que certezas solo me habían generado dudas; unos días antes había asistido a un simulacro (sin material) y yo, que no había estudiado mucho, era la que más sabía sobre lo que se tenía que hacer, porque nuestras capacitadoras no tenían idea.

Al final estudié muchísimo en youtube y con la guia que nos dieron y asistí a la jornada electoral.  Iba con los consejos que una de mis mejores amigas me había dicho: tus vecinas y vecinos son tu fuerza, apóyate en ellas y ellos. Así que el domingo llegué 7.20 am con todo el material electoral. Había un camión atravesado (del mismo INE donde se trasladaban las CAEs) que nos impedía entrar, después el salón estaba cerrado,  cuando al fin pudimos estar dentro del salón donde se llevarían a cabo las votaciones (7.55 am) no estábamos completos, no llegaron los secretarios de casilla (no los culpo, seguro se sentían incapaces porque no nos dieron suficiente capacitación), ni los suplentes, apenas y éramos cuatro mujeres (yei) (se supone que tendríamos que ser 9) barriendo el salón, colocando las bancas, armando las mamparas.
En mi casilla había 20 representantes de partidos, comenzamos a contar las actas (750 por elección y eran 5), a armar las urnas, a colocar las mesas los más rápido que pudimos. Y aún así no podíamos empezar porque los funcionarios no estábamos completos, la casilla se tenía que abrir a las 8 am y eran las 9.15.

Los representantes de los partidos estaban molestos, hablé con ellos, les dije que no era nuestra culpa, que confiaran en nosotras. No veíamos la fila de electores porque los tenían hasta la entrada de la escuela, así que salí un poco del salón y pregunté entre los que estaban ahí si alguien quería ser funcionario y nadie quería hasta que una chica dijo que sí. Le estaba explicando sus funciones cuando una consejera del INE bien molesta llegó ¡con una fila de 200 electores también super molestos! Ella me dijo que con cinco personas ya se podía abrir la casilla, todavía me acerqué a la fila y les pregunté si alguien quería ayudarnos y nadie quiso. Y entonces con cinco personas abrimos la casilla.

Los votantes estaban enojados pero una vez que comenzaron a votar, se les fue quitando el enojo. Yo salí varias veces a preguntar si alguien quería quedarse a ayudarnos y entonces, el vecino que vive junto a mi casa, mi querido Aarón Avila, se quedó y ya con seis pudimos repartirnos mejor las funciones.

 Mi prima Faby Conde que también vota en mi casilla, fue a la papelería porque no había señalizaciones en el patio sobre dónde votaba quién (solo hasta llegar al salón) y el patio era un desorden, así que mi prima puso un letrero grande para llegar a mi casilla.
Las CAEs no nos llevaron agua, ni nada de desayunar (nos llevaron comida y agua hasta las cuatro de la tarde) y ni siquiera había baños (estaban cerrados y era un caos, solo veíamos aparecer a las CAEs a cada rato para interrumpirnos y preguntarnos si teníamos las llaves del baño).
Al principio los representantes interrumpían la votación por cualquier cosa «presidenta, están haciendo escándalo afuera de la casilla», «presidenta, fulanito está tomando fotos». A la tercera o cuarta interrupción hablé fuerte con ellos y les pedí criterio y empatía, seguro fui muy persuasiva porque a partir de ahí nunca más volvieron a interrumpir la votación.

Ayudé a votar como  a veinte personas que no sabían leer ni escribir y de la tercera edad. Por ahí de las doce del día ya no teníamos fila y éramos la casilla más veloz.

En adelante la votación fue fluida, rápida. También el conteo,  todo el tiempo hablé con los representantes quienes estaban haciendo un gran trabajo y les pedí su ayuda para hacerlo bien. Fueron maravillosos, defendieron a sus partidos pero también  creyeron en nosotros  y nos dejaron trabajar con rapidez. Las cuentas nos cuadraron perfecto, no hubo dudas ni incidentes. Igual terminamos hasta la una de la mañana y no todos los representantes se pudieron llevar actas porque las copias no venían completas. Pero al final queríamos abrazarnos por tantas horas de estrés.

Yo todavía llegué a mi casa hasta las cinco de la mañana porque nos encerraron en la escuela y después de que esperamos para que nos abrieran fuimos a dejar los paquetes electorales a la Junta Distrital y ahí esperamos otras horas. También ahí en la Junta  nos enteramos que solamente a los funcionarios de las casillas de la escuela Gabino Palma, las capacitadoras nos habían pagado menos que a todos los demás.
En fin, mi hermano me estaba esperando afuera de la junta, y fuimos a dejar a otras presidentas que conocí ahí en la fila de entrega. Mi hermano me contó que vio a un par de chicas que, al salir y encontrase con su familia esperándolas, comenzaron a llorar. Las entiendo, fue muchísimo estrés.

Y bueno, quería contar esto y sobre todo quería darle las gracias a mi prima Faby Conde que puso más letreros en la casilla, a mi vecino Aarón que se rifó y se quedó de funcionario, a mi prima Diana Conde Mendoza que me llevó halls y agua, a mi hermosa amiga Viviana Barbosa Bonola que nos llevó lunches para todos los de la casilla, a mi amigo Emilio que me llevó unas papas y me puso un letrero que decía «lo estás haciendo genial», a mi amiga Dania Corona que me pasó a dejar un chocolate, a mi vecino don Memo que pasó a votar y después se despidió y me abrazó y me dijo que éramos los mejores, a mi hermano Salvador CoMo que me llevó unos tenis y cigarros, a mi hermana Betty CM que también pasó a dejarme ánimos, a mi sobrino Omar Dread que en la fila de la entrega de paquetes en la junta distrital me consiguió un encendedor para poder fumar y, obviamente, a todas las vecinas y vecinos que votaron en mi casilla y que nos tuvieron paciencia y empatía, y, sobre todo, a las funcionarias y el funcionario (Lorenza, Gaby, Vero, Denisse y Aarón) y a las y los representantes de los partidos de mi casilla porque hicimos un super trabajo y porque aunque fue horrible y estresante llegó un momento, cuando todo terminó, que aplaudimos y se sintió felicidad.

Y pues eso, hoy más que nunca estoy convencida de que mi barrio me respalda y eso es lo más hermoso que se puede tener en la vida, de verdad.