A CAPELLA Por MAURICIO HERNÁNDEZ OLAIZ - Linea de Contraste

A CAPELLA Por MAURICIO HERNÁNDEZ OLAIZ

Qué lejos…

Luego de haber vivido el peor escándalo de su historia, el TSJE está a unas horas de nombrar al nuevo magistrado presidente. Al interior de ciudad judicial los ánimos entre el personal no es de los mejores.  Sabedores que lo magistrados se repartieron de manera discrecional el dinero que por derecho les correspondía, luego de que el SAT reintegró los famosos 10 millones de pesos de retenciones de la plantilla, muchos piensan que la reelección de Jiménez Martínez solo representará otro periodo oscuro y de profunda corrupción, lejos de beneficiar a todos y cada uno de los miembros del poder judicial.

Pese a ello el actual magistrado presidente, confía en que sus maniobras le permitirán mantenerse en el selecto trono del tribunal, aunque algunos colegas magistrados operan en lo oscurito para tratar de dar la sorpresa el día de la elección.

Pero independientemente de las maniobras de unos y otros para, o mantener el poder o acceder a él, la imagen del poder judicial está por los suelos, baste leer en redes sociales la indignación de una buena parte de la población, principalmente aquella, que por alguna razón, tienen expedientes abiertos y pendientes que la “justicia” local debe resolver.

Basados en la penosa estrategia del tiempo, ese que inexorablemente corre y que lleva, tarde o temprano, a la opinión pública a voltear hacia otro asunto, los cabezas del tribunal confían en que poco a poco el tema de sus excesos se irá diluyendo en la mente del colectivo, sin embargo, la pronta renovación de la presidencia obliga a regresar de lleno al tema y a vislumbrar lo que podría ser un muy negro porvenir para la justicia en Tlaxcala.

Y no es que la misma haya tenido tiempos de gloria, pues ciertamente los excesos han sido la carta de presentación de la mayoría de las elites judiciales a lo largo de la historia, pero sin duda, la evidencia contundente de los manejos sombríos de Mario lo pone en un sitio único en los anales del poder judicial, algo que incluso con su reelección nunca cambiará, nunca se modificará.

Pero eso poco o nada le importa a un personaje que ya mostró el cobre en busca del oro, no le altera ni un ápice la percepción ciudadana, pues ante la penosa complicidad de los otros dos poderes, que guardaron lamentable silencio o apenas una fría postura hipócrita, mantiene firme su toga debajo de la cual se encuentran ciertos de artimañas para refrendar su posición, pésele a quién le pese.

Los empleados judiciales guardan un silencio forzado por miedo al despido, a la humillación y hasta la agresión, pero por debajo del agua, también en lo oscurito, como le gusta operar a las cabezas, comparten cuanta información obtienen de los excesos de los jefes, comparten cuanta información o programa toca y desnuda a los superiores.

Poco o nada pasó con el audio grosero, poco o nada pasó con la demoledora frase de “otro de cien no nos enoja”, no ameritó ni siquiera una ceja levantada en el gobierno, no ameritó ni el recibir y darle trámite a una solicitud de juicio político a Mario en el congreso, la colaboración nos hace mantener la postura de que en materia de transparencia y lucha contra la corrupción estamos en apestosos pañales.

Y es que por muchos datos alentadores de crecimiento, de desarrollo, de que somos la chucha cuerera en crecimiento económico a nivel nacional, el triste episodio de Mario y su probable reelección, la tóxica parsimonia de los colegas legislativo y ejecutivo , los moches indecentes de los diputados disfrazados de un afanoso resarcimiento de la finanza municipal y los señalamientos directos de descomposición en contra de algunos legisladores, nos muestra de cuerpo entero a un aparato gubernamental que está lejos, muy lejos de en verdad querer luchar contra la corrupción.

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero hay estados en otras naciones que ante un acto apenas similar a los arriba descritos hubiese llevado a las inmediatas destituciones, o por lo menos, a las renuncias forzadas por mera, solo por mera dignidad y respeto a su oficio, a su poder, a su estado y a su nación, pero de eso no entienden ni sienten estos personajes.

Qué lejos, pero en verdad qué lejos estamos en Tlaxcala y en México en general de buscar acabar con el flagelo de la corrupción, pese a los llamados a misa del viejo atolero, que dice odiarla pero que la solapa entre sus allegados, luego de lo de Bartlett, nula credibilidad sobre el tema a este personaje que hizo de la lucha contra la misma su bandera personal.

Por ello luego de ese lamentable episodio, arriba desde la presidencia, pues como porqué algo iba a cambiar en los estados, como porqué algo cambiaría en Tlaxcala. Episodios hay y de sobra para sostener la tesis, pero qué caso tiene describirlas ante la impasividad de aquellos que, frente a sus banderas juraron erradicarla, combatirla, consumarla.

Qué lejos….pero qué lejos…solo para la virulenta apariencia.

@olaizmau